viernes, 1 de agosto de 2014

¿Cuándo se cree que se dio el poblamiento de Costa Rica, en tiempos pre-colombinos?

Por Eddie Jiménez Ramírez (Antropólogo)
Documento Inédito. San José, Costa Rica. 01/08/14
  Se habla de que el poblamiento costarricense desde el 10000 a.C, lo cual es muy difícil de determinar, ya que la evidencia arqueológica es muy escasa para esa época; pero a partir del año 1000 a.C, se puede establecer que las sociedades humanas desarrolladas en este tiempo en Costa Rica eran nómadas, con un agricultura incipiente, no jerarquizadas, donde el intercambio de bienes o excedentes no era muy común, y si este se realizaba, era a muy baja escala con los vecinos más cercanos, ya que estos ocupaban grandes extensiones de terreno, utilizando muy poco el recurso natural y la transformación de este, por lo pequeño de los grupos humanos.
  Paulatinamente se comienza una especialización de la agricultura y la creación de cerámica para la contención, el transporte de los productos, la obtención de agua, por el resultado de una semi-sedentarización que trae consigo el crecimiento demográfico, por lo tanto, la producción de alimentos aumenta.
  El cultivo es de roza y quema, se comienza a dar una pequeña estratificación por medio de un ancestro en común, pero aún siguen siendo clanes familiares donde no se nota el poderío económico-político de un personaje en particular. Su economía se basa en el cultivo, la recolección y la casa de animales.
  Con forme pasa el tiempo y se asientan de manera definitiva los grupos humanos en un área determinada, la demografía crece, se depende más del cultivo intensivo, mostrando una especialización por parte de ciertos personajes; emergiendo a su vez, otros actores especializados en religión y política, complementándose el uno con el otro, validándose entre ellos por medio de la religión que autentifica el poder del “cacique”, y este último, profesando la religión que el “chaman” instauro, para que sus palabras tengan carácter de realidad y de verdad absoluta.
  Ya con la instauración del poder social por parte de un individuo, este delega funciones a sus subordinados, creando diferenciación social, donde los individuos que están bajo las ordenes de los diferentes personajes con un cargo político específico, cumplen con directrices constructivas en forma de caminos, calzadas, túmulos, terrazas, acueductos, centros ceremoniales, montículos, armas, cerámica especializada de huso religiosos o cotidiano, lítica en forma de metates, cabezas trofeo, lápidas, petroglifos, manos de moler, que representan a deidades o se limitan a facilitar la preparación de alimentos. Además se incorpora la orfebrería.
  Para el momento de la conquista, estas sociedades complejas, cuentan con instituciones propias de carácter político, religioso, estatal, bajo el mando de un cacique principal y otros secundarios esparcidos a lo largo de los terrenos que dominan. Se dan conflictos con otras sociedades por la obtención de terrenos aptos para la caza o el cultivo.
  Si bien es cierto que tenían conflicto con sus vecinos, de igual manera se daba comercio de excedentes entre ellos, estableciendo tratados comerciales de mutuo beneficio.
  Estas formas de vida nos remontan a desarrollos sociales de la parte Norte y Sur de América, donde grupos humanos como los paleoindios en un principio, los Anasazi, Iroquenses, Olmecas, Toltecas, Mixtecas, Aztecas, Mayas, Incas, entre otros, mostraron un desarrollo igual o parecido.
  Para terminar, es importante recalcar que la evidencia de poblamiento en Costa Rica antes del 10000 a.C es muy escasa, no por que no haya, sino porque estos grupos humanos desarrollados en estos tiempos, vivían dispersos en extensiones grandes de terreno, y los procesos erosivos naturales, o los procesos antropogénicos, han sepultado evidencia de la existencia de estas sociedades; en donde el factor "suerte" es sumamente importante, ya que sus descubrimientos son más por casualidad, que por virtud del investigador.

“Estereotipos presentes en los medios de comunicación colectiva y en la vida cotidiana del costarricense”


 Antropólogo Eddie Jiménez
Documento Inédito.
San José, Costa Rica. 01/08/14
  Dentro de la cotidianeidad de cualquier individuo costarricense es común el “bombardeo” de estereotipos ya sea por parte de los medios de comunicación, o de la vida misma en donde el simple hecho de desplazarse ya sea al trabajo, centro de estudio, o realizar una encomienda; se nos provee a lo largo del trayecto anuncios publicitarios donde una bebida gaseosa te hace más feliz, o unos chicles te sacan de tu oscura realidad y te llevan a un viaje maravilloso montado en una paloma.
  Estos mensajes encuentran su promulgación en especial en las industrias de la comunicación a gran escala “cuya finalidad última no es otra que la de crear formas de control social a través de sistemas altamente formalizados de consumo cultural” (Lomas y Osorio, 1993) modificando pensamientos, además de crear características propias de grupos humanos, los cuales (según ellos), deben de comportarse de una manera en específico, o ser limitados en sus pensamientos, sin dejar de lado, actividades ilícitas a las cuales deben de dedicarse simplemente por su nacionalidad, color de piel o religión que profesa.
  Hay que destacar que los seres humanos nos regimos bajo códigos que interiorizan nuestro ser y nos convierten en seres individuales, pero aun así, siempre vamos a sentir identificación hacia un grupo en específico, ya que la cultura es una vía de integración de los seres humanos donde los objetos e ideologías encarnan los valores hegemónicos de una comunicación cultural, dirigida a un público meta (Lomas y Osorio, 1993).
  Los medios de comunicación colectiva han ido modificándose y alcanzando nuevas fronteras, donde su mensaje llega de forma directa; modificando pensamientos, carácter, convivencia, comunicación, formas y modos de vida, lo cual nos convierte en grupos humanos globalizados, unidos por un pensamiento, por la forma de vestirnos, por un comportamiento en común, transformándonos en un “todo”, con individuos que se identifican a largas distancias.
“Una de las nuevas formas mediante las que los sectores dominantes ejerce el control y el monopolio de la fabricación y difusión de productos culturales, se traduce en la llamada “cultura de masas”, llamada también “transnacional”, debido a su carácter hoy día casi mundial que sobrepasa fronteras nacionales” (Barzuna y Caserón, 1989)
  Los medios de comunicación se establecieron firmemente en la sociedad y en nuestro diario vivir, incorporando una serie de estereotipos, que permitan arraigar y dar continuidad a su hegemonía, ya que el descarte de una parte de la población por medio del desprestigio ideológico, cognitivo, moral, reduce la competencia directa que podrían tener, ya que sea como sea, esto es una carrera por la lucha del poder de la sociedad por medio de la economía o el pensamiento, a sabiendas de que el comportamiento humano nos insta a adherirnos ya sea, de forma directa o por obligación, a un grupo social determinado que nos induce a una forma de vida, que ha sido instaurada, por el grupo que está en el poder.
  Estos grupos traen consigo:
“Valores, disposiciones, hábitos, sentimientos y creencias definidas, referidas a sí mismos, y que ahora las refiere el también a los integrantes del grupo y a este como un todo. Un ser humano con premoniciones, frustraciones, inhibiciones y temores introduce estos esquemas en el grupo”  (Beal et all, 1971)
  No se puede dejar de mencionar que los medios de comunicación colectiva, generan conciencia en la población, en cuanto a la utilización de los estereotipos en nuestro diario vivir que solo genera diferenciación y estratificación social, lo cual es propuesto como indebido. Cabe destacar, que la programación que nos ofrecen día a día, es un reforzamiento de los estereotipos ya establecidos, por medio de la visualización de formas de vida o capacidad cognitiva asociadas a nacionalidades específicas, formas de pensamiento por el color de su pelo, o desagrado social por su peso.
 Nos dicen que el enmarcar a un individuo en una forma de ser o de vivir, por lo que él representa como humano, es un pensamiento equivocado, que no debe de ser reproducido por las demás personas, tal como los anuncios de “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días” donde nos muestran valores y comportamientos humanos que deben de ser “pasados” a las demás personas, para vivir en una mejor sociedad. Estos anuncios duran treinta segundos y los pasan unas diez veces al día en una solo televisora; más sin embargo, estas mismas televisoras presentan programación como “Monster Higth”, “Los Picapiedra”, “La Pensión”, y todo tipo de novelas (por mencionar algunos programas), donde nos muestran formas y modos de vida que deben de desempeñar los individuos que presentan las mismas condiciones sociales, económicas, de edad o género, inculcando en el espectador, normas a seguir socialmente instauradas, limitándolas a cumplir solo con la función que se les fue otorgada.
“El individuo se incorpora a la sociedad y ocupa en ella un lugar: como propietario de los medios de producción o como asalariado, donde se presentan elementos como el autoritarismo, relaciones machistas, riqueza como don, formas de intercambio, tiempo libre, lo bueno y lo malo, delincuencia, ciencia al servicio del mal, competencia” (Barzuna y Caserón, 1989)
  Se debe de hacer diferencia del producto final de los medios de comunicación, el cual genera “cultura de masas”, donde se estandariza al individuo apoyándose en patrones o moldes de conducta que no permiten asociar ni identificar  de forma particular, ya que este concepto no es lo mismo que el de “cultura popular”, que encierra en sí mismo, un proceso de identidad que caracteriza no solo al grupo humano como tal, sino que determina de igual manera, al individuo que lo conforma.
  Si partimos del hecho de que la “cultura de masas por una parte enajena, desvincula a los seres humanos de toda capacidad de decisión autónoma” (Márquez, 1980), podríamos entender el ¿por qué? de algunos comportamientos de ciertos “grupos sociales” que han adoptado a cabalidad, el rol que se les ha asignado por la sociedad en la que viven.
  El problema que se presenta en promulgar la práctica de estereotipar a parte de la población, es que conforme pasa el tiempo, se arraiga  más en los individuos, y esta se llega a desarrollar de manera natural en las nuevas generaciones, las cuales darán uso de los estereotipos de forma inconsciente y sin el más mínimo remordimiento; sin dejar de lado, que dicha agresión llega a establecerse como una realidad, inclusive en los individuos que sufren este tipo de actos, despojándolos de todo tipo de aparato crítico que luche en contra de esta práctica social.
  “Los medios de la comunicación masiva han generado un lenguaje universal en el que prevalece la banalidad y el mal gusto. La agresión a la inteligencia implica una forma del dominio espiritual de las masas. La disminución de todas las formas del ejercicio crítico propicia la enajenación: la conciencia individual y colectiva queda dormida” (Márquez, 1980)
  Es poco entendible que ciertos grupos sociales estandaricen modos de vida, formas de ser o de pensar, para satisfacer necesidades económicas o egocéntricas, donde el “yo soy superior a este o al otro” prima sobre todo nivel de conciencia y sentimiento que se puede tener hacia otra persona.
  Establecer parámetros de criticidad en los jóvenes, en cuanto a productos visuales que se les ofrecen de manera diaria ya sea en la televisión, radio o internet, podría aminorar las consecuencias que afectan a los que sufren de actos discriminatorios, ya que esta forma de ver al otro, muchas veces se convierte en el llamado “bullying” que significa a grandes rasgos, a todas las formas de agresión, intencionadas y repetidas, sin motivo alguno, adoptadas por uno o más personas, hacia uno o más individuos. 
Es, pues, la relación entre los medios de comunicación y los jóvenes una relación compleja en la que las generalizaciones no han de tener cabida; no hemos de verles como simples víctimas del sistema ni como agentes sociales imprescindibles, si no como otro grupo poblacional susceptible a los mensajes enviados pero también capaz de observarlos bajo un prisma más analítico. (Folgueras, 2011)
  Como consideraciones finales, es necesario el encaminar de manera diferente el tipo de humanidad que somos hoy en día, y la que pretendemos ser en el futuro, pensando más en el “otro”, formando una sociedad más igualitaria libre de perjuicios creados a conveniencia por un grupo que pretende sacar provecho de sus creaciones sociales, reflejadas en la economía que perciben, o en el poder que tienen y quieren perpetuar.
  No seamos presa fácil de este tipo de información tergiversada, convirtámonos en críticos de todo aquello que se nos ofrece en “bandeja”, por medio de los aparatos comunicativos presentes en la sociedad, siendo estos la televisión, la radio y el internet.
  No es utópico el despojarnos de los estereotipos implantados en la sociedad, ¡y si lo es!, luchemos para que se convierta en una realidad, el poder entendernos, comprendernos, respetarnos como lo que somos, una sola humanidad que presenta distintos “matices”, llena de diversidad, creencias y pensamientos que nos individualizan, pero a su vez, nos unen como seres pensantes que somos.
  
BIBLIOGRAFÍA
Barzuna, G. (1989). Caserón de teja: Ensayos sobre patrimonio y cultura popular en Costa Rica. San José, Costa Rica: Editorial Nueva Década.
Beal, G. y otros (1971) “Una estructura para el estudio de la acción de grupo” Condición y acción dinámica del grupo. Editorial Kapeluz. Buenos Aires. Argentina.
Folgueras, P. (2011) Series de televisión y jóvenes: estereotipos y relaciones de pareja. El caso de La que se avecina. Trabaj Fin de Máster. Master en Estudios Feministas. Universidad Complutense de Madrid. España.
Lomas, C. y Osorio, A. (1993) “Sistemas verbales y no verbales de la comunicación y enseñanza de la lengua”. El enfoque comunicativo en la enseñanza de la lengua. Paidós. Barcelona. España
Márquez Rodiles, Ignacio. (1980). “El desafío de la tecnología de los medios de comunicación y la educación nacional”. Revista Educación. Volumen 4. Número 2. Páginas 87-95. Universidad de Costa Rica.