Antropólogo Eddie Jiménez
Documento Inédito.
San José, Costa Rica. 01/08/14
Dentro de la cotidianeidad de cualquier
individuo costarricense es común el “bombardeo” de estereotipos ya sea por
parte de los medios de comunicación, o de la vida misma en donde el simple
hecho de desplazarse ya sea al trabajo, centro de estudio, o realizar una
encomienda; se nos provee a lo largo del trayecto anuncios publicitarios donde
una bebida gaseosa te hace más feliz, o unos chicles te sacan de tu oscura
realidad y te llevan a un viaje maravilloso montado en una paloma.
Estos mensajes encuentran su promulgación en
especial en las industrias de la comunicación a gran escala “cuya finalidad
última no es otra que la de crear formas de control social a través de sistemas
altamente formalizados de consumo cultural” (Lomas y Osorio, 1993) modificando
pensamientos, además de crear características propias de grupos humanos, los
cuales (según ellos), deben de comportarse de una manera en específico, o ser
limitados en sus pensamientos, sin dejar de lado, actividades ilícitas a las
cuales deben de dedicarse simplemente por su nacionalidad, color de piel o
religión que profesa.
Hay que destacar que los seres humanos nos
regimos bajo códigos que interiorizan nuestro ser y nos convierten en seres
individuales, pero aun así, siempre vamos a sentir identificación hacia un
grupo en específico, ya que la cultura es una vía de integración de los seres
humanos donde los objetos e ideologías encarnan los valores hegemónicos de una
comunicación cultural, dirigida a un público meta (Lomas y Osorio, 1993).
Los medios de comunicación colectiva han ido
modificándose y alcanzando nuevas fronteras, donde su mensaje llega de forma
directa; modificando pensamientos, carácter, convivencia, comunicación, formas y
modos de vida, lo cual nos convierte en grupos humanos globalizados, unidos por
un pensamiento, por la forma de vestirnos, por un comportamiento en común, transformándonos
en un “todo”, con individuos que se identifican a largas distancias.
“Una de las nuevas formas mediante las
que los sectores dominantes ejerce el control y el monopolio de la fabricación
y difusión de productos culturales, se traduce en la llamada “cultura de
masas”, llamada también “transnacional”, debido a su carácter hoy día casi
mundial que sobrepasa fronteras nacionales” (Barzuna y Caserón,
1989)
Los medios de comunicación se establecieron
firmemente en la sociedad y en nuestro diario vivir, incorporando una serie de
estereotipos, que permitan arraigar y dar continuidad a su hegemonía, ya que el
descarte de una parte de la población por medio del desprestigio ideológico,
cognitivo, moral, reduce la competencia directa que podrían tener, ya que sea
como sea, esto es una carrera por la lucha del poder de la sociedad por medio
de la economía o el pensamiento, a sabiendas de que el comportamiento humano
nos insta a adherirnos ya sea, de forma directa o por obligación, a un grupo
social determinado que nos induce a una forma de vida, que ha sido instaurada,
por el grupo que está en el poder.
Estos grupos traen consigo:
“Valores, disposiciones, hábitos,
sentimientos y creencias definidas, referidas a sí mismos, y que ahora las
refiere el también a los integrantes del grupo y a este como un todo. Un ser
humano con premoniciones, frustraciones, inhibiciones y temores introduce estos
esquemas en el grupo” (Beal et all, 1971)
No se puede dejar de mencionar que los medios
de comunicación colectiva, generan conciencia en la población, en cuanto a la
utilización de los estereotipos en nuestro diario vivir que solo genera
diferenciación y estratificación social, lo cual es propuesto como indebido. Cabe
destacar, que la programación que nos ofrecen día a día, es un reforzamiento de
los estereotipos ya establecidos, por medio de la visualización de formas de
vida o capacidad cognitiva asociadas a nacionalidades específicas, formas de
pensamiento por el color de su pelo, o desagrado social por su peso.
Nos dicen que el enmarcar a un individuo en
una forma de ser o de vivir, por lo que él representa como humano, es un
pensamiento equivocado, que no debe de ser reproducido por las demás personas,
tal como los anuncios de “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días” donde nos muestran valores y comportamientos humanos que deben de ser
“pasados” a las demás personas, para vivir en una mejor sociedad. Estos
anuncios duran treinta segundos y los pasan unas diez veces al día en una solo
televisora; más sin embargo, estas mismas televisoras presentan programación
como “Monster Higth”, “Los Picapiedra”, “La Pensión”, y todo tipo de novelas
(por mencionar algunos programas), donde nos muestran formas y modos de vida
que deben de desempeñar los individuos que presentan las mismas condiciones
sociales, económicas, de edad o género, inculcando en el espectador, normas a
seguir socialmente instauradas, limitándolas a cumplir solo con la función que
se les fue otorgada.
“El individuo se incorpora a la sociedad
y ocupa en ella un lugar: como propietario de los medios de producción o como
asalariado, donde se presentan elementos como el autoritarismo, relaciones
machistas, riqueza como don, formas de intercambio, tiempo libre, lo bueno y lo
malo, delincuencia, ciencia al servicio del mal, competencia” (Barzuna
y Caserón, 1989)
Se debe de hacer diferencia del producto
final de los medios de comunicación, el cual genera “cultura de masas”, donde
se estandariza al individuo apoyándose en patrones o moldes de conducta que no
permiten asociar ni identificar de forma
particular, ya que este concepto no es lo mismo que el de “cultura popular”, que
encierra en sí mismo, un proceso de identidad que caracteriza no solo al grupo
humano como tal, sino que determina de igual manera, al individuo que lo
conforma.
Si partimos del hecho de que la “cultura de
masas por una parte enajena, desvincula a los seres humanos de toda capacidad
de decisión autónoma” (Márquez, 1980), podríamos entender el ¿por qué? de
algunos comportamientos de ciertos “grupos sociales” que han adoptado a
cabalidad, el rol que se les ha asignado por la sociedad en la que viven.
El problema que se presenta en promulgar la
práctica de estereotipar a parte de la población, es que conforme pasa el
tiempo, se arraiga más en los individuos,
y esta se llega a desarrollar de manera natural en las nuevas generaciones, las
cuales darán uso de los estereotipos de forma inconsciente y sin el más mínimo
remordimiento; sin dejar de lado, que dicha agresión llega a establecerse como
una realidad, inclusive en los individuos que sufren este tipo de actos,
despojándolos de todo tipo de aparato crítico que luche en contra de esta
práctica social.
“Los medios de la comunicación masiva han
generado un lenguaje universal en el que prevalece la banalidad y el mal gusto.
La agresión a la inteligencia implica una forma del dominio espiritual de las
masas. La disminución de todas las formas del ejercicio crítico propicia la
enajenación: la conciencia individual y colectiva queda dormida” (Márquez,
1980)
Es poco entendible que ciertos grupos
sociales estandaricen modos de vida, formas de ser o de pensar, para satisfacer
necesidades económicas o egocéntricas, donde el “yo soy superior a este o al
otro” prima sobre todo nivel de conciencia y sentimiento que se puede tener
hacia otra persona.
Establecer parámetros de criticidad en los
jóvenes, en cuanto a productos visuales que se les ofrecen de manera diaria ya
sea en la televisión, radio o internet, podría aminorar las consecuencias que
afectan a los que sufren de actos discriminatorios, ya que esta forma de ver al
otro, muchas veces se convierte en el llamado “bullying” que significa a
grandes rasgos, a todas las formas de agresión, intencionadas y repetidas, sin
motivo alguno, adoptadas por uno o más personas, hacia uno o más individuos.
Es, pues, la relación entre los medios
de comunicación y los jóvenes una relación compleja en la que las
generalizaciones no han de tener cabida; no hemos de verles como simples
víctimas del sistema ni como agentes sociales imprescindibles, si no como otro
grupo poblacional susceptible a los mensajes enviados pero también capaz de
observarlos bajo un prisma más analítico. (Folgueras, 2011)
Como consideraciones finales, es necesario el
encaminar de manera diferente el tipo de humanidad que somos hoy en día, y la
que pretendemos ser en el futuro, pensando más en el “otro”, formando una
sociedad más igualitaria libre de perjuicios creados a conveniencia por un
grupo que pretende sacar provecho de sus creaciones sociales, reflejadas en la
economía que perciben, o en el poder que tienen y quieren perpetuar.
No seamos presa fácil de este tipo de
información tergiversada, convirtámonos en críticos de todo aquello que se nos
ofrece en “bandeja”, por medio de los aparatos comunicativos presentes en la
sociedad, siendo estos la televisión, la radio y el internet.
No es utópico el despojarnos de los
estereotipos implantados en la sociedad, ¡y si lo es!, luchemos para que se
convierta en una realidad, el poder entendernos, comprendernos, respetarnos
como lo que somos, una sola humanidad que presenta distintos “matices”, llena
de diversidad, creencias y pensamientos que nos individualizan, pero a su vez, nos
unen como seres pensantes que somos.
BIBLIOGRAFÍA
Barzuna, G. (1989). Caserón de teja:
Ensayos sobre patrimonio y cultura popular en Costa Rica. San José, Costa
Rica: Editorial Nueva Década.
Beal,
G. y otros (1971) “Una estructura para el estudio de la acción de grupo”
Condición y acción dinámica del grupo. Editorial Kapeluz. Buenos Aires.
Argentina.
Folgueras,
P. (2011) Series de televisión y jóvenes:
estereotipos y relaciones de pareja. El caso de La que se avecina. Trabaj
Fin de Máster. Master en Estudios Feministas. Universidad Complutense de Madrid.
España.
Lomas,
C. y Osorio, A. (1993) “Sistemas verbales
y no verbales de la comunicación y enseñanza de la lengua”. El enfoque
comunicativo en la enseñanza de la lengua. Paidós. Barcelona. España
Márquez
Rodiles, Ignacio. (1980). “El desafío de
la tecnología de los medios de comunicación y la educación nacional”.
Revista Educación. Volumen 4. Número 2. Páginas 87-95. Universidad de Costa
Rica.