Por Eddie Jiménez Ramírez (Arqueólogo)
Documento Inédito. San José, Costa Rica. 17/04/19
Estaba pensando muy detenidamente, como el ser humano se ha
transformado de ser un individuo desprendido, y muy sociable, paso a convertirse, en retraído y
ensimismado, ya que hoy en día (parece ser), las prioridades como humanidad van
acompañadas de las “modas noticiosas” que se mencionan en los diferentes medios
de comunicación actuales.
Hace unos días la catedral de Notre Dame sufrió un incendio
en una parte de su techo, aparentemente provocados por trabajos de
reconstrucción de la catedral. Parte del mundo entero ha llorado este hecho, y
si bien es cierto, es una gran perdida cultural y arquitectónica, también es
cierto que, alrededor del mundo se ha destruido un sin número de cultura
material, y nadie llora por ellas, ni mucho menos, le importa un carajo.
Lugares como la Cuidad Vieja de Alepo en Siria gravemente
afectado por los constantes bombardeos, en Tombuctú, esto en Malí, sufre daños irreparables
por grupos yahadistas, los budas de Bamayan en la cuidad de Kabul en
Afganistan, destruidas por ser consideradas contrarias al Corán, Hatra en Irak
destruida por conflictos políticos y sociales, Damasco en Siria es otra de las
ciudades que “mueren” ante nuestros ojos, y nadie ni si quiera, derrama una
lagrima por ellas, razón por lo cual, en las redes sociales, nadie le da “like”.
Ahora bien, estoy dejando de mencionar que para la catedral
de Notre Dame, están enviando dinero para su reconstrucción por donaciones de todas
partes del mundo; pero quién dona dinero tan rápidamente para asuntos que nos
son tan mediáticamente importantes como lo son las muertes de los niños en
Yemen donde aproximadamente 85.000 niños han muerto en operaciones militares,
solo por citar un ejemplo.
Las prioridades como humanidad se están tergiversando, ya no
sabemos ¿quiénes somos?, ni ¿qué somos?
La globalización nos “engullo”, nos descontextualizó, nos
deshumanizó, y nos convirtió en productores de “like”, en redes sociales, rasgándonos
las vestiduras por las cosas que consideramos nos van hacer más populares, que
humanos.
En Costa Rica la destrucción de sitios arqueológicos es “pan
de cada día”, y las personas se hacen de la vista gorda. El gobierno no tiene
ni el dinero, ni el interés por dar un adecuado cuido a la cultura material
arqueológica de nuestro país. Ante tal panorama, lo único que podemos hacer, es
denunciar cualquier acto que vaya en contra del bienestar de la arquitectura,
de los objetos elaborados tanto en tiempos precolombinos, como postcoloniales
de Costa Rica.
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